Decía Win Wenders que las
visiones del final de los tiempos se han generalizado tanto que ya no se puede
edificar nada nuevo sobre ellas. Así, son muchas las historias cinematográficas
ambientadas en un futuro post holocausto nuclear. Desde Five, de Arch Oboler (1951) y El
muelle, de Chris Marker (1962) hasta 12
monos, de Terry Gilliam (1995) o La
carretera, de John Hillcoat, (2009), pasando por El planeta de los simios, Damnation
Alley, Mad Max, Last Night, Testamento final, El día
después o el pseudo documental Threads.
Por todo ello, nuestra obsesión por un Apocalipsis laico ha sido una constante
a lo largo del siglo XX. Y el cine ha sido uno de los medios privilegiados para
representarlo. El oscuro y semi desconocido film Deluge, de 1933, da prueba del pionero interés por estas
cuestiones. Por su parte, la cinematografía rusa tampoco ha estado al margen de
este interés. Por ejemplo, este Cartas de
un hombre muerto, rodado en 1986 por el discípulo de Tarkovski, el director
ucraniano Konstantin Lopushansky, que trabajó con el genio ruso en Stalker. Se trata de un film desasosegante y tétrico, donde la
humanidad superviviente, refugiada en Bunkers subterráneos, reflexiona sobre el
sentido de su final, a lo Frank Kermode, entre niños que han perdido el habla,
científicos devastados por la culpa y una geografía desolada y radioactiva. Un
clásico de la ciencia ficción soviética.
Esta parece dura. La primera imagen recuerda a la estética de Qué difícil es ser un dios de Aleksey German.
ResponderEliminarQuerida Anónima: muchas gracias por tu comentario! La verdad es que sí, que se hace un poco difícil su visionado. Y tienes toda la razón: tiene puntos de contacto con la obra de German así como con la obra de Marker, por supuesto. Ya le dirás a Zineface qué te ha parecido la película, ok? Muchas gracias, de nuevo.
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