En una pequeña comunidad de autocaravanas de California, el joven Alex vive ayudando a sus vecinos y
soñando con que algún día saldrá de ese agujero para hacerse famoso. Para pasar
el tiempo, además de una relacion sentimental con la hermosa Maggie (Catherine
Mary Stewart), se dedica a jugar a un arcade
situado en el bar del camping donde
ambos viven. Una noche, un extraño personaje vendrá de otras galaxias a
proponerle un trato, un trato intérgalactico. Con una estética deudora de los
valores imperantes en la ultraconsevadora década de los ochenta (Lorimar mediante), el director (Nick
Castle) ofrece una aventura más protagonizada por adolescentes talentosos. Es
decir, a priori, un blockbuster
seguro. A su favor, el hecho de que los FX fueran completamente generados por ordenador (al estilo de la reciente Tron),
lo que en la época fue todo un reto tecnológico. Y también el hecho de que ofrezca
una aventura cibernética con puntos de contacto con las series de Star Wars y de Star Trek y otras aventuras de ciencia ficción, tipo Enemigo mío o Más allá de la realidad. Sin embargo, fue un fracaso comercial en
su época aunque, vista décadas después, no deja de tener su encanto. En todo
caso, el film es francamente mejorable aunque entrañable.
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