2.5*
Thriller de neón, a la
Beat
Takeshi, con una mezcla de poesía urbana, una puesta en escena
ralentizada y tronadores
fogonazos de violencia, que supone una de las más extrañas tomaduras de pelo
del cine reciente. En el fondo, Nicolas Winding Refn hila un
thriller Westerniano, con unos personajes banales, contradictorios y, además, ese "
samurai" protagonista (que no tiene ni nombre), sin pasado. En la forma, el
mismo director compone un auténtico pastiche cinematográfico, un calco de ese
cine ochentero rodado por el gran Michael Mann (especialmente su
Ladrón, con el que comparte hasta el
mismo estilo de
score), junto con el
espíritu de
Miami Vice,
Cobra,
Vivir y morir en Los Angeles y esa conducta videoclipera de un Tony
Scott (esas escenas que se organizan visual y temáticamente en torno a una
canción, oportunamente elegida). Aunque, en todo caso, la fuente de
inspiración, tanto estética como narrativamente, es el
Driver de Walter Hill. Lo mejor del
film es, sin duda, la interpretación de Ron Perlman así como ese
guiño irónico que supone la presencia de Albert Brooks. Por lo demás, aparte de
alguna escena muy bien planificada y rodada, la cinta es como un descapotable
al que no le puedes quitar la capota: una idea más que una realidad. Fíjense,
por favor, en la persecución
pre créditos: hay planos que pretenden producir sensación
de velocidad y de adrenalina y consiguen justo lo contrario (el coche que huye
va a menor velocidad que el resto de los coches que salen en el plano). [
Spoiler: O fíjense
en la forma en que el hombre de la chaqueta de escorpión es capaz de dejarse
apuñalar. Para, luego, dejar el dinero y
desaparecer (sic)].