A finales de la década de los noventa, Wong Kar-Wai dió forma visual a una
relación homosexual en la absorbente Happy Together. Por tanto, no es la primera vez que cineastas orientales intentan
plasmar en imágenes los vericuetos sociales y las bifurcaciones emocionales del
amor con alguien del mismo sexo. Algo recientemente asumido por Occidente
(aunque con mil y un problemas) pero que Oriente todavía se resiste a
contemplar. Sin embargo, sí es original que un director como Ang Lee (el
creador de la muy vintage La tormenta de hielo) decida describir
el despertar de una atracción homoerótica en los límites del Western USAmericano, del cine histórico (esos años Sesenta) y del drama de
frontera al estilo de Junior Bonner. Lee
se apoya en una fotografía paisajística maravillosa, en un drama romántico contado
con la parsimonia de la vida en las montañas, en unas interpretaciones
sobresalientes y en un desenlace coherente con toda la producción. Y bien magro
de concesiones al espectador. Redondea todo el producto una emotiva y minimalista BSO de
Gustavo Santaolalla, con su característico arpegio de guitarra. Como es natural, de vez en cuando los premios se alían con
la calidad. Como en este caso. Y bien merecido.
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