Entrega de la mítica productora Shaw Brothers, de 1970, y dirigida por
el prolífico y admirado director hongkonés Chang Cheh, que tiene en su haber
auténticas maravillas de las artes marciales (como El espadachín manco) y del cine de kung fu. Rodada íntegramente en Movietown
(los estudios de la productora), la historia gira en torno a un espadachín
errante que se topa con la ocasión de enfrentarse a una banda de malhechores
mientras intenta encontrar un tesoro con la ayuda de una luchadora. Además de
la cuidada fotografía, la cuasi fantástica ambientación y gotas de humor irónico, el film abandona definitivamente el llamado
“old-fashioned martial arts style”, caracterizado por un didactismo ramplón
(donde los buenos son los mejores y los malos, además de feos, los más peores),
unos bajos presupuestos y un vestuario demodé.
La acción y las coreografías, por cierto, se sostienen sobre una absorbente concepción del espacio y de la puesta en escena, al margen de grandilocuencias
técnicas o frenéticos montajes que engañan la mente del espectador contemporáneo.
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