Agradable pero imperfecto intento
de reconstruir el antiguo y genuino cine de gángsters de los años treinta y
cuarenta, con dos de las estrellas más rutilantes y varoniles de finales de la
irredenta década de los setenta y comienzos de la ultraconservadora década de
los ochenta: Burt Reynolds y Clint Eastwood, quien deja en manos de un novato
Richard Benjamin una producción de su querida Malpaso y en clave de comedia. Tenientes incorruptibles, detectives
privados ligones, matones sin escrúpulos, tiernas prostitutas, entregadas
secretarias, partidas de póquer, tiroteos en plena calle, traiciones, Diners y locales de jazz, etc. Vamos, todo el potpurrí, toda la fauna y la flora del noir USAmericano clásico pasado por las manos de Blake Edwards. En pantalla,
tenemos un estimable y simpático barnizado a ese cine añorado que ejemplifica a
las mil maravillas El enemigo público
número Uno, del gran James Cagney, a quien se rinde cumplido homenaje, por
supuesto. Coincidió en los cines
de la época (3 años antes) con la entronizada Los intocables de Eliot Ness, lo cual no dejó de ser un gran handicap, ya que, debido a ello, no ha disfrutado,
desde entonces, de especial éxito de público ni de crítica. Como curiosidad, la
película trasluce el amor del propio Eastwood por el jazz, además de sentarle
frente a un piano de cola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario