Cuatro estudiantes de derecho deciden explorar
unas cuevas en las montañas de Georgia, en el condado de Baker. Pero lo que no
saben es que un poblado white trash
tiene un puñado de salvajes rurales desatados. Primero contra el ayudante del sheriff y, segundo, contra ellos mismos
ya que tienen la desgracia de presenciar cómo asesinan a aquel. Una de las
producciones de terror/horror que jalonan la filmografía de William Fruet (como
su Death Weekend o Party Killer), sin más interés que el de
presenciar algunas de las ideas que se quedaron colgadas en ese thriller cajun que era Deliverance.
Fruet cuenta la historia con cierta pericia pero con un montaje ciertamente
descuidado (especialmente al final de la historia). La película termina por
desesperar porque no es ni lo suficientemente tensa ni lo suficientemente feroz,
aunque incorpora ciertos desnudos y ciertas vivezas para asegurar su
explotación comercial. Además, por mucho que Henry Silva se esfuerce, no parece
un redneck en toda regla. Lo mejor
del film es, sin duda, la
intepretación de Barbara Gordon así como la ironía jurídica final.
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