Es una auténtica sorpresa
encontrarse a John Fante detrás de esta curiosa y absolutamente desconocida
película de finales de los sesenta. Con una factura entre televisiva y de serie
B, Don Taylor construye un bondadoso retrato acerca de los esfuerzos de un
gigante bonachón (Dan Blocker), que vive solo, para enmendar un error cometido
en el pasado y que, por el cual, un pueblo del Oeste yace en la más absoluta
desidia, ya que el ferrocarril pasa a 35 Km. de distancia, mientras todo el
mundo pensaba que iba a pasar por en medio de su misma ciudad. Susan Clark (en
el papel de mujer entregada y enamorada), Don Stroud y Warren Oates (en el
papel de dos hermanos pueblerinos y analfabetos) completan un reparto donde la
tónica es pasar desapercibido, todo al servicio de una comedia de baja
intensidad, ambientada en el mundo de los pioneros del Western que, más bien,
parece un episodio piloto para una serie sobre las aventuras de John Killibrew.
En realidad, estamos ante un auténtico family
country film, como luego pondrían de moda, actualizándolo, The Dukes of Hazzard. El guión, eso sí,
merece la pena. Al igual que los diálogos, repletos de esa sabiduría condensada
del autor del Pregúntale al polvo.
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