El terror gótico está de moda,
señoras y señores. Por ello, no es de extrañar que los productores
cinematográficos decidan reactualizar alguno de los mitos clásicos del género.
Ni tampoco es extraño que lo hagan mirando, a la vez, a las elaboraciones de la
Universal y a las reelaboraciones de la Hammer. El director de Cariño, he encogido a los niños, Joe
Johnston, un artesano poco reconocido en el negocio, atrapa las raíces oscuras
y románticas de la leyenda de Harry Talbot en esta correcta adaptación dirigida
a las nuevas generaciones de fans. En
unos 100 minutos de metraje, se suceden algunos de los lugares comunes del
género aunque todo ocurre de una forma muy rápida, desapegada, sin dramatismo
ni épica. Por otro lado, los momentos más oscuros, subrayados por una apropiada
ambientación estética, sorprenden por estar brutalmente iluminados. Los FX,
precio a pagar a esta época TIC, están digitalizados a tope, cuando un buen y
simple maquillaje hace maravillas. La transformación en hombre lobo, uno de las
obligaciones de cualquier creación visual sobre este personaje, rinde pleitesía
al aséptico croma pero el diseño final respeta la venerable tradición
inaugurada por Lon Chaney jr. El otro punto a favor de la película descansa en
la labor de los actores (Benicio del Toro, Anthony Hopkins, Hugo Weaving, Emily
Blunt, y los icónicos Max von Sydow y Geraldine Chaplin). Dos años después de
este film, James Watkins insuflaría
nueva vida a una de las mayores productoras británicas del género con La mujer de negro (que es, a su vez, un remake de un telefilm muy chulo anterior).
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