Un montaje rápido, vertiginoso,
pero imperfecto, sigue las sucesivas peripecias de un Bond descontrolado, justo
al día siguiente del final de Casino
Royale y, por tanto, justo un día después de la muerte de Vesper Lynd (Eva
Green). Pasable continuación temático-emocional de la obra maestra de Martin Campbell,
dirigida con pulso errático e irregular por Marc Foster (de hecho, son los
mismos guionistas en las 2 cintas). Daniel Craig cada vez está más convincente
en el papel de 007: contundente, frío y elegante a partes iguales (de hecho, podría
defenderse que es el mejor espía al servicio secreto de su Majestad, después de
Roger Moore, por supuesto; es decir, es el actor más convincente poniendo la
cara al agente secreto británico que salió de la pluma de Ian Fleming). La
chica Bond esa que sale (Olga Kurylenko), sin ser espectacular, produce cierta
admiración y el astuto y despiadado Némesis francés (Mathieu Amalric) crea un
personaje a la altura de la trama y del mensaje eco-político de fondo. Un
mensaje que, por cierto, es ciertamente apropiado al espíritu de los años 00 en
que fue estrenada esta vigésimosegunda producción de la saga y que, como
curiosidad, contiene un homenaje a James
Bond contra Goldfinger. Sin ser una fiesta del cine, Zineface no cree que
mucha gente pueda salir de la sala oscura decepcionada con el film. Sin embargo, se insiste, tampoco
estamos ante una película inolvidable.
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