Un refugiado del Planeta X, un
extraterrestre, es perseguido por el Universo por un caza-recompensas cósmico.
El refugiado es un chico malo, vamos, que se ha escapado de una prisión de un
olvidado planeta. Un ser muy evolucionado que tiene toda la pinta de salir de
una de esas manadas de desarrapados motorizados de Mad Max. Y acaba en la tierra, en un camping gas de cualquier
estado de los EE.UU., donde vivirá todo tipo de aventurillas y persecuciones
con los más psicotrónicos personajes. El caza-recompensas, por cierto, tampoco
tiene desperdicio: es una perra del espacio, musculadísima y punkorra, que tiene un brazo biónico que
dispara rayos verdes y que puede sangrar un líquido amarillo. Y atención a su
modelito y a su peinado. El pobre John Phillip Law intenta hacer un trabajo
digno como el sheriff espabilado del
lugar mientras que Jan-Michael Vincent hace lo propio como ejecutor en jefe de
la cárcel interestelar de la que se escapa el refugiado. Todo es muy casposo
(¡esa cabeza decapitada), muy casero (¡música de Casio!), muy charcutero
(¡flipadlo con esa iluminación nocturna!) pero tiene esa típica gracia de las
películas de serie z de los ochenta, esa atmósfera bizarra que a las
generaciones actuales tanto disgusta pero que a una parte de los espectadores
mundiales tanto y tantos momentos de felicidad y risas les ha dado. Atención a
la escena del pié ensartado y del cervatillo “no hostil”! Una versión de papel
Albal® del clásico de Cameron, Terminator.
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