El enésimo exitazo surcoreano que
llega a las pantallas occidentales y no deja de ser una película previsible,
estereotipada (en personajes, caracteres, situaciones, diálogos y resoluciones)
y típica. Además, la historia tiene varios fallos graves de guión (como unos
zombies que están persiguiendo a unos humanos en el tren y, de repente,
desaparecen en la siguiente escena), situaciones ojipláticas de “anda la
hostia, ¿y esto por qué pasa ahora?” y sorpresas no muertas del estilo. Finalmente, tiene la típica chorrada esa de,
según las necesidades narrativas, así se transforman de rápido o de lento los
zombies. Por no mencionar a esas masas informes de zombies y/o infectados que
cualquier espectador puede apreciar que son más falsas que la sonrisa de un político en campaña. En fin, una mezcla de elementos extraídos de Snowpiercer, El tren del infierno, Guerra mundial Z, 28 días después y
alguno de los films de zombies del
gran George A. Romero (sí, esas obras que se atreven a lanzar a la cara del
espectador lecturas críticas de la sociedad contemporánea) y que, por todo
ello, tampoco destaca por su originalidad. A Romero, por cierto, se le rinde un
cumplido homenaje en la escena final de la cinta. Potable, solo potable,
si tu nivel de conocimiento zombie no pasa del libro The Zombie Survival Guide,
de Max Brooks o de la serie The Walking
Dead.
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