Etnocentrismo zoológico europeo,
esta película siempre ha sido considerada una de las obras maestras del cine de
aventuras africanas. Vista (entonces, por algunas personas y) ahora (también
por algunas personas), no deja de ser la típica paletada de colonos ignorantes
y eurocentristas, aunque con un regusto por el conocimiento de floras y faunas
diferentes. Aunque, claro, ese conocimiento respondía una necesidad de supervivencia
o a un interés más o menos comercial (como en una película de Tarzán, vamos). Colonialismo,
especismo, machismo, racismo, en fin, todos los bonitos “ismos” que han hecho a
Europea y a su cultura un gran documento de barbarie, como dirían Benjamin o Jameson.
Evidentemente, Europa es un conjunto de muchas más cosas pero, en el fondo, su riqueza
y su preponderancia en el mundo se han construido con estas actitudes. Aunque Aristóteles,
Leonardo o Spinoza, por ejemplo, además de otros europeos anónimos, no tienen
nada que ver con estas cuestiones. En fin, una correcta adaptación (en la forma) de la novela de Haggard, protagonizada por dos pesos pesados de
segunda B de la época, los aventureros Stewart Granger y Deborah Kerr (como en Mogambo), y solo
para nostálgicos de un tipo de cine excesivamente deudor de su época. Escopetas
versus lanzas, vamos. Aunque la fotografía, del gran Robert Surtees y aciertos
parciales siguen manteniendo el interés más de 60 años después de su estreno. No confundir con Las minas de Rey Salmonete ni con el remake de la Cannon.
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