Un grupo de policías disfuncionales,
inmaduros y fuera de control (una especie de Los hombres de Harrelson pero oliendo a Barón Dandy) se dedican a
perseguir a camellos y a intervenir droga en la Sevilla de finales de los
ochenta y comienzos de los noventa, en un contexto de “limpieza” social de la
ciudad antes de la Expo 92. Entre macarruzos, putas, soplones y mucha mandanga,
la película construye un thriller de
acción policial, metida en trapicheos y asuntos sucios, sin más interés que el
de ver a un grupo de conocidos actores españoles haciéndose pasar por malotes,
hasta que llega el momento venganza y la “reinserción” final (el happy end de turno), por muy ambigua que
se quiera vender. Las pinceladas sociológicas son superficiales, la trama es
simplista a más no poder (¿por qué no se plantea en ningún momento de dónde
sale toda esa droga y quién controla y permite su tráfico?) y el desarrollo
acusa no pocas inconsistencias históricas. En fin, reflexiones sociológicas
aparte, la película tiene unas correctas escenas de acción y una estupenda
banda sonora (del gran Julio de la Rosa) mientras que la fotografía, que parece
que pretende ser naturalista e hiperrealista, satura de luz en cuanto menos te
los esperas, especialmente en cuanto la cámara sale a la calle (en interiores
el asunto está más controlado), en la misma medida que el sonido, no del todo
bien equilibrado, por no hablar de la dicción y de la pronunciación de algunos
actores. El desarrollo de los personajes tampoco es del todo coherente. Sin
embargo, es un film que se puede ver
y satisface cierta curiosidad por haber transformado en mainstream el ambiente degradado y despiadado de muchos barrios de
la capital andaluza. Y por haber presentado el ambiente de impunidad policial
en España. El del pasado, claro, que ahora son 100% respetuosos del estado de
derecho, de la ley y de los derechos humanos.
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