Las manos sobre la ciudad es un film
poderoso. Además, es precursor en el tratamiento de una de las plagas del siglo XX, la especulación urbanística, que actúa con la inmoral y primitiva avaricia detrás de ella y con
la complicidad de la política, tanto en Italia como en todos los lugares del
mundo donde se practica. En Nápoles, la muerte de un niño al derrumbarse un
edificio (justo al lado de unas obras cercanas) desata la indignación de la
ciudad, de la prensa y de los concejales de izquierda, que reclaman la creación
de una comisión de investigación para depurar responsabilidades. La derecha, el
centro y la policía se muestran contrarios pero, con las elecciones a menos de
un mes, deciden participar en la pantomima. Ya lo decía Napoléon: si quieres que un problema no se solucione, crea una comisión. Todas las escenas destacan por retratar con verismo y
contundencia algún aspecto de la fenomenología de la industria inmobiliaria (de
ahí su semi naturaleza documental),
explicando algunas veces, describiendo otras, denunciando con inteligencia e
ironía siempre, y todo ello dentro de una estructura dramática que no oculta una
perspectiva progresista y una mirada crítica sobre los límites de la democracia. Protagonizada por un excelente Rod Steiger (en
el papel del concejal y empresario Eduardo Nottola), con una puesta
en escena de un formidable dinamismo y con unos diálogos incisivos, la película
se mueve en el terreno de la excelencia aunque corra pocos riesgos en relación con determinados aspectos cinematográficos. El mismo interés en representar las responsabilidades
políticas en los problemas sociales había movido ya a Francesco Rossi a rodar Salvatore Giuliano, de 1962, y le volvería a tentar en El caso Mattei, de 1972. Una curiosidad: en 1957, Italo Calvino escribió La especulación inmobiliaria para denunciar temas similares. Por último para
terminar, el visionado de Freefall (telefilm británico de 2009) complementa a la perfección las
cuestiones planteadas por Rossi.
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