Arnold Schwarzenegger llenó las pantallas de la ultraconservadora
década de los ochenta con productos de toda ralea y condición pero con un
denominador común: cadáveres por doquier (Conan,
Terminator, Comando, Ejecutor). En este caso, a las órdenes de un cuasi debutante John McTiernan, se
puso al frente de un grupo de mercenarios light
para adentrarse en la selva centroamericana y realizar una misión de rescate (en
plan Blackwater OeNeGeizada). Por el
camino de vuelta, las cosas se complican porque el grupo se encuentra en el centro de un
auténtico coto de caza interplanetario, con un sorprendente cazador.
MacTiernan logra trascender una historia plagada de errores (como, por ejemplo,
esos ojos de Dutch que, al parecer, no desprenden calor) y consigue superar un
guión deslucido y trillado (Llegan sin avisar, Alien, Acorralado, por ejemplo), con una mezcla
soberbia de intriga, acción y Sci-Fi,
convenientemente ilustrada por unos actores duros como la metralla y un
espectacular diseño de Stan Winston para el Predator.
Memorable score de Alan Silvestri,
que logra subrayar cada recodo de la trama, del suspense e, incluso, de la selva. Varonil cowboy scene en el helicóptero, con un hit de Little Richard irradiando de un ochentero radiocasete: Long Tall Sally.
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