Dolls es un hermoso pero triste retablo,
elaborado con 3 historias enraizadas en ese clase de amor, de verdad, que hace
daño y que duele, entre la pureza y la obsesión. Un amor que, además, hace un
guiño a la muerte. La película comienza con una representación de teatro Bunraku (del gran dramaturgo japonés Chikamatsu)
y termina con la encarnación cinematográfica de dicha representación. Entre
medias, un viaje doloroso (y, a ratos, no obstante, divertido) por esas 3
historias de sufrimiento, guiadas por los impulsos del corazón, que Takeshi Kitano
sitúa a medio camino entre lo absurdo y
lo creíble, siguiendo ese estilo
pendular que le ha hecho tan reconocible. Un viaje doloroso que también
discurre por las estaciones del año y del alma a través de las miradas, los
gestos y los colores. La sublimación del estilo de Beat Takeshi, esa mixtura no
siempre conseguida de belleza y violencia, de sensibilidad y agitación, una
mezcla que en esta historia encaja maravillosamente, produciendo el más intenso
de los sentimientos con los más humildes medios. De hecho, podría decirse que
es el Jackie Brown de Takeshi Kitano.
Estupendo diseño de vestuario de Yamamoto y ajustada (aunque insatisfactoria)
BSO de Hisaishi. La historia mantiene ciertas conexiones con la obra de Haruki Murakami, contemporáneo del director japonés (con Kafka en la orilla y con Tokio
Blues), con la tradición literaria de los amantes suicidas y, por qué no
decirlo, con el escritor Izumi Kyoka.
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