Libérrima adaptación de la novela de Moravia, El desprecio es una sofisticada y
magistral radiografía de un matrimonio en crisis en el fascinante ambiente de
un rodaje cinematográfico. Michel Piccoli es contratado por un productor (Jack
Palance) para reescribir el guión de una adaptación de La Odisea que va a dirigir Fritz Lang. Tanto en las negociaciones como
en el propio rodaje le acompaña su mujer (Brigitte Bardot), que despierta la
atracción del productor. Como en el Viaggio en Italia de Rosselini, Godard opta por un estilo solemne pero no exento de
innovación, erigido -en este caso- a base de elaborados planos secuencia en CinemaScope, con comportamientos y
diálogos vacilantes, ambiguos, a través de los cuales los personajes van, poco
a poco, revelando sus verdaderas intenciones y motivos, siempre de una forma
sutil e inteligente. Magníficas interpretaciones del cuarteto protagonista para
una historia que se convierte en una nostálgica mirada sobre la admiración y el
aprecio como bastiones del amor. Se transforma, así, en una auténtica Odisea del (des)amor. Sobre un refinado erotismo emerge
y gravita la cinefilia de Godard, que desborda casi cada plano y cada diálogo del film, desde Río Bravo hasta Psicosis,
desde M hasta Hatari!, pasando por los homenajes a los míticos estudios Cinecittà y al mismo director de Los verdugos también mueren, mentada en
la historia por partida doble. Finalmente, El desprecio puede ser interpretado como una radiografía de la situación del cine a comienzos de los sesenta.
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