El Gran Zampanò (Anthony Quin) es un artista ambulante que recorre
Italia ofreciendo su burdo (y actualmente trasnochadísimo) espectáculo circense con la ayuda de la ingenua Gelsomina
(Giuleta Masina), una especie de Chaplin feminizada. Entre ambos personajes se
va creando una extraña relación de dependencia y sumisión que, finalmente, se hundirá como consecuencia de un dramático accidente en el que participa otro
compañero de profesión, Il Matto
(Richard Basehart), algo que sugiere la comparación con la obra maestra de Jean Vigo, L’Atalente (1934). Con una dirección precisa, que
respeta a los personajes y a la historia, y apoyándose en la extraordinaria
interpretación del trío protagonista y en la emotiva partitura de Nino Rota,
Fellini levanta una imperecedera tragedia sobre la soledad, en un blanco y
negro profundo y desolado. Resulta asombrosa la forma en la que Fellini va diseccionando
la miseria y la incomunicación de dos individuos desarraigados que deben
sobrevivir en la strada, sin
sentimentalismo ni patetismo alguno, sólo mostrando los efectos psicológicos de
la falta de cariño y de empatía. La
Strada recibió el primer Oscar de
la historia a la película extranjera, en 1956, aunque el film es de 1954. Producida por Carlo Ponti y Dino de Laurentiis,
supone la película más representativa del neorrealismo felliniano, si bien ya
comienza a vislumbrarse ese surrealismo carnavalesco y esperpéntico,
característico de toda su obra posterior.
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