Típica fábula hollywoodiense que (como la previa Erin Brockovich o como la ajena Up in the Air) desliza una ligera
crítica sobre el sistema capitalista utilizando el envoltorio de la comedia (más
o menos negra, más o menos disparatada) pero con intenciones realistas, al
estilo de Atrapame si puedes o La guerra de Charlie Wilson. La idea
básica es la siguiente: la cesta de las manzanas está bien, solo unas pocas
están podridas y, además, siempre hay algún buen trabajador (y mejor ciudadano)
que colabora con los polis y manda a los malos a la cárcel, aunque él mismo
salga perjudicado. Por eso, para asegurar una cierta verosimilitud, el obligado
happy ending debe tener un cierto
regusto agridulce. Para contar esta historia, Steven Soderbergh vuelve a tirar
de algunas de sus constantes artístico-técnicas: saturar el argumento de
recovecos (que se siguen con facilidad, por cierto), inflar el guión con
diálogos constantes, introducir una voz
en off para que el espectador empatice
con el mentiroso y compulsivo protagonista, una puesta en escena ágil y
sofisicada, un montaje sincrónico ligeramente acelerado y una imagen saturada
de luz por los cuatro costados. De lo más destacable del film es la entregada composición de Matt Damon aunque, por
desgracia, Damon es esa clase de actor al que se le reconoce siempre detrás de
sus interpretaciones.
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