Casi veinte años
después de El declive del imperio americano, el director canadiense Denys Arcand vuelve a la carga para urdir
un drama sobre los últimos días de un enfermo terminal (Rémy Girard) al que van a visitar
todas aquellas personas de las que, con el tiempo y a causa de su cáustico
carácter, se ha ido distanciando. Arcand condensa lo mejor de esa clase de cine
de autor, intelectual y progresista (como el de Alan Alda, por ejemplo) que
consigue aplausos en los cines de versión original de casi todo el mundo pero
el más absoluto silencio en el resto de multisalas. Un cine que, además,
consigue emocionar sin utilizar los recursos lacrimosos habituales. Al
contrario que el cine experimental de Guy Maddin, Arcand se somete al estilo y
la técnica cinematográficos convencionales para contar una historia
conmovedora, cruel pero esperanzadora. Más dramático que cómico, más cínico que
irónico, Arcand ofrece un retrato de la vejez y la enfermedad, aliñando el
resultado con reflexiones personales y elementos de crítica social, típicos de
su activismo político. Tras el relativo éxito de esta segunda parte de su trilogía, Arcand rodaría La edad de la ignorancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario