Como en el clásido de Godard, Una mujer es una mujer, Valeria (Bárbara Bouchet) le pide
insistentemente a su marido musicólogo, David (Pier Paolo Capponi), que tengan
un hijo. Al no poder tenerlo, la mujer comienza a fantasear que mantiene
relaciones sexuales con varios hombres, lo cual termina por materializar. Poco
a poco, comienza a abandonar su orden burgués, desarrolla una profunda neurosis
y termina por perder la salud mental, por lo que su marido le interna en un sanatorio mental regentado por monjas. La segunda parte del film se desarrolla ahí dentro, en un ambiente de comportamientos y
personajes bizarros. Extraña producción de Brunello Rondi, repleto de ese
esteticismo malsano y sexual propio de buena parte de la serie B italo
setentera, con resultados bastante mediocres. Además, tanto la historia como su
presentación no son aptos para todos los públicos, tanto por su faceta sexploitation como por su tremendismo psicopatológico. Por último, convendría recordar su naturaleza metafórica,
probablemente inconsciente pero, a la postre, sintomática de una época que
estaba a mitad de camino entre el conservadurismo de la década y las nuevas
libertades aparecidas al calor de la primera crisis importante de las
sociedades postindustriales. Aunque, por otro lado, en toda la trama parece
esconderse una peligrosa moraleja. Por cierto, la música es de lo más estimulante.
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