Segunda película de su director (Martin Rosen), The Plague Dogs es una emocionante
historia de animación, acerca de dos perros (Rowf y Snitter) que se escapan de
un laboratorio de experimentación, donde sufren todo tipo de penalidades, e
intentan rehacer sus vidas como animales salvajes. Para ello, tienen la suerte
de conocer a un zorro que les enseña a cazar y a sobrevivir a la presencia humana aunque
un conjunto de infortunios pondrán a la gente en su contra y tras sus pasos, lo
que les obligará a estar continuamente huyendo. La animación es relativamente
pobre y repetitiva, comparándola con la que estaba elaborando la factoría
Disney o el estudio Ghibli en la misma época (que sí utilizaban rotoscopios y
ordenadores), su estética es relativamente feista y no se hace un adecuado uso
del color. Sin embargo, su profundidad emocial y su inteligente guión, que
desarrolla la acción con múltiples elipsis y conversaciones en off, distancia este film del cartoon infantil (e infantiloide) de algunas producciones de la
época (hablamos de 1982, año del estreno de El
último unicornio, por ejemplo). Aunque es verdad que Disney llevaba varios
años sin estrenar un film de
animación (salvo Tod y Toby, de 1981)
y volvería al formato con el Cuento de
Navidad de Mickey (sic). En todo caso, del mismo año hay que destacar Los amos del tiempo, de René Laloux y
Moebius. Por otro lado, a los personajes les ponen su voz actores de la talla
de John Hurt, Christopher Benjamin, Nigel Hawthorne, Patrick Stewart o Judy
Geeson. Por último, la película tiene un final realmente emotivo y conmovedor.
Un final que se acaba revelando como una cruda metáfora de la explotación
descontrolada y cruel a la que estamos sometiendo al resto de animales sobre la
faz de la tierra, ya sea en la industria alimentaria o en el espectáculo, ya
sea en la producción de ropa o en la experimentación científica. Una de esas
historias necesarias que, por desgracia, no abundan en las pantallas porque se
tiene la érronea concepción (por ingenua) de que el cine solo debe servir para
entretener (lo que quiere decir, distraer) de la vida normal, de sus sombras y
padecimientos diarios, a los que volvemos mansamente y sin rechistar después de soñar, durante 90 o 120 minutos, con mundos mejores. Como un perro que se cansa de roer su hueso.
muy tierna pero muy triste a la vez. es curioso porque no es una historia fuera de lo común ni la animación es algo especial, sin embargo me ha conmovido. un abrazo
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Anónimo! Muchas gracias por el comentario y otro abrazo. A Zineface también le conmovió.
ResponderEliminarHe buscado si tienes algo de René Laloux y he visto aquí una mención. Acabo de ver Gandahar y me ha gustado mucho. A ver cuando escribes una pastilla. Un abrazo
ResponderEliminarEstimado Anónimo: Laloux es uno de los grandes desconocidos de la animación. Por suerte, Zineface tiene elaboradas un par de PastillasCríticas que irá subiendo al blog en próximas ocasiones. Muchas gracias por tu comentario y por tu recordatorio, de verdad.
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