Un thriller
convencional, que mantiene claras relaciones con la trama de Heat, de Michael Mann, pero pasado por el tamiz fenomenológico de los
barrrios bajos bostonianos, tan dura y convincentemente retratados por el Clint
Eastwood de Mystic River y por la
serie The Wire (Baltimore, en realidad).
Sin embargo, el film tiene algo y ese
algo es Rebeca Hall. Y la presencia de Pete Postlethwaite. Y la aparición de
Chris Cooper. Lo demás (historia, diálogos, dirección, montaje, música e
interpretaciones) sigue el ritual de lo habitual, como dirían Jane’s Addiction, aunque con algo más de
oficio y convicción que el previo trabajo del director, Adiós pequeña, adiós (también ambientado en Boston). Por cierto, Ben Affleck nunca deja de hacerse guiños a sí mismo en escenas y en secuencias claramente narcisistas.
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