Edgar G. Ulmer, uno de los artistas alemanes que tuvieron
que huir del régimen nazi, recaló en Hollywood y dirigió un buen puñado de
películas de serie B. Unos años antes, en 1932, había participado con
Billy Wilder, los hermanos Siodmak y Fred Zinemman en un estupendo documental
que les abrió la puerta de los estudios cinematográficos en Alemania: Hombres en domingo. Una de sus obras más
conocidas de su etapa USAmericana es, quizás, esta película, que lleva el
extraño y atractivo nombre de Detour.
La historia trata sobre un pianista desencantado que, de viaje a Los Ángeles
desde Nueva York, sufre una serie de catástrofes y giros del destino por intermediación
de una misteriosa mujer que resulta ser una auténtica femme fatale. La trama tiene una primera parte tipo road movie y otra segunda rodada en el
interior de un motel pero la supervivencia del film se debe a la deconstrucción del sueño americano que propone,
como ha destacado Paul Cantor, algo que ya estaba en la novela original de Martin Goldsmith. Por otro lado, lo interesante de la historia es
el pulso férreo con el que Ulmer urde la trama, presenta a los personajes y
desarrolla la tensión, dejando poco tiempo (o ninguno) para el aburrimiento, para
la duda o para la reflexión. Como el protagonista, que cuenta en voz en off sus vicisitudes, el
espectador sabe que tendrá que pensar sobre lo que está viendo cuando apareza
el The End. En definitiva, una
notable y curiosa producción, que está muy bien montada y que fue realizada al
margen de la ostentosa política de estudios de la época. De hecho, como el mismo
Ulmer ha declarado, la película parece que fue rodada en menos de una semana. Por cierto, hay un remake reciente, de 2013.
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