En tiempos del
presidente Ulisses S. Grant, los blancos incumplen un tratado con los apaches,
lo cual (como es natural) les enfurece. Por otro lado, Hondo Lane (John Wayne),
un vaquero medio indio, conoce a una mujer (una estupenda Geraldine Page) y a
su hijo en un rancho en mitad de la nada: el apego nacerá entre los tres
personajes. Por tanto, la trama mezcla la historia personal, la vida de frontera y el desarrollo
irrenunciable de la USAmerica en expansión, en lucha con los indios. Todo lo cual está en la estupenda novela original de Louis L'Amour, editada por la incansable Valdemar. La
dirección de John Farrow es dinámica, rápida, pasan muchas cosas y están muy
bien contadas. Además, hay una cierta sabiduría mezclada con la fiereza y la
rudeza propia de la vida de frontera. Las escenas de acción son creíbles,
especialmente la batalla final (entre polvo, caídas y tiros), apoyadas por varios planos rodados en 3D. Tiene
una parte intimista junto con una doméstica, muy interesante y no del todo
típica, donde Wayne ejerce como padre y como granjero, en la línea de Raíces profundas. Si bien es verdad que
durante toda la película se muestra un cierto respeto por la figura del indio, al final de la historia se da por descontado que a los apaches se les va a
exterminar y Wayne espeta “lástima, una forma de vida desaparece. Y era buena”.
Y punto, con esa indiferencia festiva del vencedor blanco que tan crudamente ha relatado Cormac McCarthy en Blood Meridian.
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