Los hermanos Scott y Tony Nelson son dos reputados científicos. Uno de ellos trabaja para unos laboratorios mientras que el otro investiga
por libre. Además de rivales en el campo de la innovación científica, también
se enfrentan por el amor de Linda Davis, aspecto que le confiere una enorme actualidad a toda la película. En un momento de la trama, sus
proyectos de investigación se cruzan y consiguen materializar la idea de Tony,
atravesar la materia utilizando la cuarta dimensión, aunque este éxito tiene
consecuencias funestas para Scott. El director de la casi mítica The Blob, Irvin S. Yeaworth Jr., presenta una película sorprendente,
una mezcla de melodrama, thriller y Sci-Fi, en el marco de la Guerra Fría y con
una interesante reflexión sobre dos formas distintas de concebir la
investigación científica. La idea de base, las potencialidades de la energia
nuclear, resulta apropiada para un final abierto y convenientemente ambiguo.
Por otro lado, en alguna medida, la trama recuerda un tanto a la del film de Verhoeven, El hombre sin sombra. Sin embargo, no es una de las películas más conocidas de la fructifera década de los cincuenta (el número especial de 1994 de Nosferatu apenas la menciona en un par de ocasiones). Atención a la estupenda (aunque desajustada) BSO,
un score compuesto enteramente de
jazz, lo que supone una innovación para la época, al igual que la fotografia a
color, al contrario que casi todas las películas de ciencia ficción de la
época, que estaban rodadas en B&W.
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