El sabueso más prestigioso de Gran Bretaña debe acudir a la
consulta del Doctor Freud para recibir tratamiento sobre una diabólica obsesión
que le está arrastrando indefectiblemente a la autodestrucción. Una vez en
Viena, los doctores Freud (Alan Arkin) y Watson (Robert Duvall) deberán
conseguir que Sherlock Holmes (Nicol Williamson) abandone, además, su adicción
a la cocaína, en la que ha caído por un trauma alojado en su subconsciente. En
medio del tratamiento, se sucede una serie de insólitos acontecimientos que se
relacionan con el preceptor de los hermanos Holmes en Sussex, el profesor
Moriarty (Laurence Olivier), con el Emin Pasha y con el secuestro de una
hermosa mujer, Lola Deveraux (Vanessa Redgrave). Basándose en un grandioso
guión, el director de Sueños de un
seductor, Herbet Ross, transforma en imágenes una popular novela de
Nicholas Meyer, para lo cual se apoya en una puesta en escena realmente
original e innovadora, una atractiva ambientación (obra del gran Ken Adam) y
una música, de John Addison, que funciona como el cómplice perfecto de lo que se
contempla en pantalla. Además, el espectador podrá disfrutar de varias y
sorprendentes novedades sobre la biografía del más famoso de los detectives
consultores, algo que sorprendería al mismísimo Baring-Gould. Es verdad que se
le podrían eliminar algunas escenas innecesarias (como la de la partida de
tenis, por ejemplo) e, incluso, podría haberse cambiado al actor que encarna a
Holmes pero, a la postre, el film se erige
como una de las más inteligentes y entretenidas recreaciones del universo cinematográfico
holmesiano.
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