Cuatro hombres perdidos en un pueblo de República
Dominicana, donde una empresa USAmericana intenta extraer petróleo, son
contratados para transportar nitroglicerina por una carretera de 218 kilometros
que atraviesa la selva. El director de El
exorcista, tras el éxito conseguido con la adaptación de William Peter Blatty,
dirigió esta otra adaptación pero
esta vez de la novela de Georges Arnaud El salario del miedo. Y lo hizo con el asesoramiento del director de la mejor
de las versiones del texto original: H.G. Clouzot, nada menos. Friedkin cuenta
una historia seca, tensa, dura para lo cual se ayuda, basicamente, de las imágenes,
con muy poco texto y muy poco diálogo. Por eso, Friedkin presenta la historia a
través de una sucesión de escenas y secuencias descarnadas, en un ambiente de
pura explotación, de pura supervivencia. Friedkin filma una radiografía de la
avaricia humana que está excelentemente rodada y montada aunque, sin embargo, fue
amputada en varias partes por la productora y tanto la historia como los
personajes se quedan cojos en algunas de las versiones estrenadas (no en la
autorizada por el director, obviamente). Por cierto, el film se pasó de presupuesto y su estreno comercial supuso un fiasco
para el estudio, como lo sería también La
puerta del cielo, de Michael Cimino. Lo curioso de esta película, aparte de
su fuerza visual y de su contundencia dramática, es su particularismo y, por
contraste, su naturaleza metafórica, abstracta. En este sentido, la BSO de
Tangerine Dream, electrónica, minimalista, ayuda a universalizar la trama de la
historia. Por todo ello, Carga maldita
(su título en castellano) puede verse como una alegoría de la forma de vida
Occidental. Por cierto, los actores resultan excelentes, tanto en la contención
gestual y corporal como en el uso de los distintos idiomas. Mención aparte
merece Paco Rabal, por cierto (como el trabajo de Fernando Rey en French Connection). Además, dos o tres
escenas son realmente impresionantes, como la del puente colgante, por ejemplo.
No es de extrañar que sea una de las películas favoritas de Quentin Tarantino, además
de ser la creación favorita del propio Friedkin. Lo que sí es extraño es su similitud con la olvidada The Big Gamble, de Richard Fleischer.
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