La joven Lili (Cheryl Smith) es una proto adolescente
candida y virtuosa que decide visitar el pueblo donde cree que está su padre
moribundo, en el lecho de cama. Al llegar, pronto descubrirá que nada es lo que
parece y que Lemora (Lesley Gilb), la persona que se está encargando de ella,
esconde un horrible secreto. Lemora es un maravilloso cuento para niños, con moraleja y sobrenatural, ideado y ejecutado con tino por un
desconocido Richard Blackburn, que utiliza viejos y efectivos motivos del
género (el enigma del bien y del mal, la ingenuidad de la juventud, la búsqueda
de la inmortalidad) con todo el respeto por la tradición del fantastique. A la reflexión sobre la
dificultad de que la inocencia (asexuada) sobreviva en el mundo (sexual) de los
adultos (como Caperucita Roja, por
ejemplo), Blackburn añade una historia sobre vampiros (en la más pura tradición
Salem’s Lot) y unas gotas de
religión, lo que acaba convirtiendo la historia en una reflexión sobre la
brujería y, por tanto, sobre el poder del mal. El film destaca por una cuidada fotografía nocturna, un diseño de
producción decadente y victoriano, que recuerda a esas viejas producciones de
serie B de los setenta, y una ambigüedad moral que alcanza su culminación en el
inesperado e irónico final. En este sentido, todo el producto recuerda a esas maravillas con nombre de mujer que salieron de
la pluma del inmortal Poe (Berenice, Morella, Ligeia, Eleonora). Muy aconsejable.
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