El ingeniero de sonido Jack Terry (John Travolta) se
encuentra realizando grabaciones por la noche en una zona boscosa cercana a
Filadelfia cuando presencia un accidente de tráfico en el que fallece un
político famoso. Se ve obligado a lanzarse al agua y salva la vida de una
mujer. Cuando sale del hospital, revisa las grabaciones, se da cuenta de que no
ha sido un accidente y comienza a investigar qué ha pasado realmente. En primer
lugar, hay que decir que la excusa argumental está copiada de Blow Up, de Antonioni, y de La conversación, de Coppola (obras que,
a su vez, se basan en Las babas del
diablo, un cuento de Cortázar). En segundo lugar, conviene precisar que el
estilo visual de De Palma es apabullante, llegando a ser un tanto narcisista
(como diría Carlos Aguilar). En tercer lugar, la música de Pino Donaggio y el
montaje de Hirsch son tremendamente efectivos, relajando algún punto el tradicional
manierismo del director. Sin embargo, hay agujeros y errores, como en casi
todos los thrillers firmados por De
Palma a la sombra de su admirado Hitchcock (por ejemplo, errores de concepto: una
película cinematográfica tiene 24 imágenes por minuto; errores de guión: esa
frase “le he salvado la vida, lo mínimo que puedo hacer es tomarne una copa
contigo”). Por otro lado, la perspectiva circular e irónica, basada en el juego
del cine dentro del cine, que acompaña toda la estructura de la película bien merece
un revisionado porque, además, se trata de una sofisticada y sutil crítica del
patriotismo ciego.
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