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Jordan Belfort es un
broker que se forra engañando a miles de inversores. Este es el argumento
del
film. Lo demás, cosas de
American Ganster, por aquí, y de
Wall Street, por allá. De hecho, Martin
Scorsese vuelve a contar una historia que ya ha contado varias veces, aunque
esta vez sin esa insultante, gratuita e hiperexplícita violencia de
Uno de los nuestros o
Casino. Además, lo vuelve a contar de la
misma manera, como el ascenso y la caída de un crápula, de un caradura, de un
proletario tentado por la inmoralidad de hacer dinero fácil especulando con los
ahorros de los demás. La estructura de la película, en este sentido, es
absolutamente previsible: tres partes, tres horas cada una. La primera para la
ascensión, la segunda para la
fiesta y la tercera para la caída. Asimismo, lo
vuelve a contar con las mismas herramientas cinematográficas que le han llenado
los bolsillos: una producción impecable, una fotografía pomposa, un espíritu
escandalizador, una
mezcla tragicómica, una cámara que se mueve como si la manejara Sam Raimi (aunque
en este punto, Scorsese está bastante más comedido), el recurso a ralentizar
determinadas escenas para recalcar algún efecto dramático, etc. Igualmente,
vuelve a echar mano de las adolescentes virtudes de algunos de sus
Blockbusters previos: sexo, drogas, exuberancia
materialista, escenas subidas de tono, diálogos absurdos, personajes estereotipados y bufones (esa mano derecha de Jordan, el
judío homosexual), etc. Visto así, el retrato de la época y de la avaricia parece perfecto, demoledor. Sin embargo, el espectador puede llegar a sentir que la película le está
mirando por encima del hombro (fíjense en los rostros finales). La conclusión, por otra parte, es un guiño cómplice y una palmadita a
la espalda a una mediocridad que, para más
inri,
es plagiada (¿alguien se ha dado cuenta de que Jordan no hace más que copiar y
fusilar a sus mentores?). No hay redención, no hay análisis, no hay censura. Por
cierto, todos los críticos han dicho que la película “es” Leonardo DiCaprio.
Ummm. Qué agudos. ¿De quién va a ser si no? ¿De quién podría ser esta Oda a las
raíces del capitalismo si no de él? ¿Alguien en su sano juicio se la daría a
Jonah Hill o a
Margot Robbie, por muy bien que estén? ¿O a ese triste agente
del FBI, Kyle Chandler? ¿Hay algún otro actor en el
film que componga un personaje con la misma energía cocainómana y
la misma desvergüenza patética que DiCaprio? Bueno, si le llegan a dar más minutos a Mathew McConaughey, igual la película es suya.