Jesús Franco es el director más prolífico del cine español.
Bueno, de hecho, es uno de los más prolíficos de la historia del cine. Y, como
todos los creadores, en algún momento tuvieron que empezar. Pues bien, tras
cuatro películas, el tío de Miguel y de Javier Marías y tío de Ricardo Franco rodó
Gritos en la noche, estrenada en 1962.
Cuenta la historia del doctor Orloff (Howard Vernon), que intenta recomponer el
restro de su hija mediante la piel de varias cabareteras a las que secuestra su
ciego esbirro, Morpho (Ricardo Valle). En este sentido Orloff es el “avant-gardist
of the rabble”, como escribe Antonio Lázaro-Reboll en su estupendo Spanish Horror Film. Por su parte, el
inspector Tanner (Conrado San Martín), remedo torpe del Neyland Smith de Sax
Rohmer, deberá investigar las desapariciones de las cabareteras para intentar
acabar con los insólitos procedimientos del doctor. Como analiza perfectamente
Carlos Aguilar en su clásico sobre el director, el doctor Orloff supone un rendido
homenaje a varias clásicos previos (incluyendo al notable trabajo de Lugosi
sobre una novela de Wallace) y, además, es el principal mito aportado por
España al género de terror. La historia está inspirada en la novela de Jean
Redon (en la que se basó Georges Franjú para Los ojos sin rostro), que también sirvió para el posterior remake del propio Jesús Franco, Los depredadores de la noche, pero el
imaginario visual que crea Franco convierte este film no solamente en el primer exponente del fantaterror español
sino también en una de sus cumbres. Por cierto, El secreto del Dr. Orloff fue la primera secuela de este clásico, junto a Los ojos siniestros del Dr. Orloff.
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