Griff Bonnell (Barry Sullivan) y sus dos hermanos llegan a
una ciudad dominada por la ranchera Jessica Drummond (Barbara Stanwick) y sus dragoons (40 pistoleros a su servicio). Al
asentarse, el hermano de Drummond comienza a hacer de las suyas por lo que
Griff deberá volver a hacer lo que mejor sabe hacer: ser un pistolero al
servicio de la ley. Uno de los más extraños y heterodoxos Westerns que se hayan rodado nunca, con un personaje central
femenino, lleno de fuerza y humanidad, que engrosa la lista de los mejores del
género (junto con la Vienna de Joan Crawford o la Jill de Claudia Cardinale,
entre otras). El trabajo de dirección de Samuel Fuller es de una originalidad portentosa
(un buen puñado de sólidos travellings,
magníficos encuadres, una planificación soberbia, una cámara que se mueve como
una bailarina, algunos de los primeros “leones”
de la historia del cine, etc.), la historia está continuamente salpicada de situaciones,
personajes y diálogos de lo más refrescantes (vaqueros que se bañan, una mujer
experta en rifles, un tornado alcahuete,
sucidios afligidos, conversaciones con doble sentido, etc.) y todo ello está engarzado en una narración vigorosa
y emotiva. El montaje y algunas inconsistencias deslucen un poco la calidad
global pero estamos ante una obra digna de admiración. Como dice Carlos
Aguilar, la trama de fondo gira en torno a la lucha de sexos pero, al final, lo
que Fuller intenta contarnos es una historia de amor con cierto aire trágico,
nada menos.
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