Alain Tanner encaja todas las
piezas de un mosaico sobre la vida en las sociedades postindustriales contemporáneas
y, con la ayuda solapada de los grandes críticos de la esquizofrenia capitalista (Deleuze, Guattari, Foucault), traza en imágenes un discurso contra
el capitalismo y en favor del humanismo, un subtexto de imágenes y palabras
entrecruzadas sobre la educación como actividad potencialmente libertadora.
¿Cómo lo hace? Usando la inteligencia y la emoción. Los personajes están vivos
y palpitan dentro de su caparazón arquetípico, hacen cosas además de hablar;
los diálogos son reales pero penetrantes; las situaciones son sorprendentes y sugestivas;
hay riqueza de puntos de vista, hay ideas, hay sentimientos, hay crítica sociopolítica, hay frustración y conformismo, hay esperanza, hay sueños, hay
amor. La pareja formada por el propio director y por el vigoroso John Berger
escribe uno de los guiones más rupturistas y poéticos de los setenta mientras
que la mise en scène es una auténtica maravilla, tratándose de uno de esos directores a los que no se les suele
reconocer creatividad visual ni dominio del medio. Quedémonos con dos frases
antológicas: uno de los personajes, un historiador de inspiración Benjaminiana
afirma que “la revolución es la revancha del pasado”; una cajera de
supermercado sostiene que “uno no cambia entre el antes y el después”. Con la
mitad de ideas se han hecho docenas de películas, por cierto.
una maravilla de película
ResponderEliminarEfectivamente, querido Anónimo. Una maravilla de película. Gracias por tu comentario.
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