jueves, 27 de marzo de 2014

Vampyr

4*

La segunda de las obras maestras que jalonan la filmografía del maestro danés Carl Dreyer (tras La Pasión de Juana de Arco) y primera de sus películas habladas (en realidad, la película es muda pero se le añadieron unos exiguos y puntuales diálogos). Vampyr se rodó en Francia y supone una muestra del buen hacer tras la cámara del gran director danés, especialmente en el terreno de lo onírico y lo tétrico, componiendo escenas de una fuerza visual apabullante (especialmente teniendo en cuenta el año de su filmación, 1932), usando un amplio repertorio de trucos fotográficos (desde los filtros hasta al soft focus), obra de Rudolph Maté, y dirigiendo una perturbadora historia vampírica de un alto poder evocador, basada en Camilla, del gran escritor irlandés Joseph Sheridan Le Fanu. Sin embargo, la narración se pierde en diversas sinuosidades alegóricas que, paradójicamente, no hacen sino reforzar de una forma poderosa el carácter misterioso del film, aunque la intepretación de su lovecraftiano protagonista resta credibilidad al producto final. La ambientación, algunos motivos y varias de las composiciones plásticas han influido poderosamente en el cine posterior (El baile de los vampiros, Único testigo o Drácula), y podemos encontrar trazos de su influjo incluso en obras tan dispares como la música y la concepción visual de la discografía de Opeth, no por casualidad, una de las mejores bandas de metal progresivo sueco. Por cierto, en este sentido, una forma novedosa de disfrutar del film es verlo con la BSO que compuso en 2013 el grupo Year of No Light, un score sombrío, desolado y ominoso, muy apropiado para los tiempos que corren. 

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