Ultraviolenta, llena de sanguinolentos
efectos digitales, tacones y sexo jamesbondiano, Robert Rodríguez presenta su
enésimo homenaje hard al cine de
Leone, con gotitas de Carpenter y de Cheech & Chong. Aunque la etiqueta que mejor define a Machete es, sin duda, la de parodia, a mitad de camino entre el cartoon, la extravaganza y el trailer ampliado. Estilisticamente, el
director texano (junto a su último
editor) se adapta a lo que cuenta y va
tomando prestado de aqui y de alla tanto ideas visuales como soluciones de
puesta en escena y montaje si bien la iluminación, obra de Jimmy Lindsey, es
una auténtica maravilla. Estereotipada en personajes, contenido y diálogos, el film cuenta con pequeños lapsus de humor fino y con una simbología
religiosa y política explicita y evidente, para hacer quedar bien al espectador (como la ironía final). Comienza
como los míticos programas grindhouse de los setenta, tan queridos por el tándem Rodriguez/Tarantino pero, en seguida,
se transforma en una parodia de las películas de Steven Seagal o de la Cannon, aunque con ese sabor Mexicali
propio de un Peckinpah o un Sollima. Una historia de frontera que John Sayles
ha contado con la fortuna que le caracteriza en Lone Star. Danny Trejo, ese Edward James Olmos tarantinizado, es un
actor excelente, dentro de su limitacion, pero este papel se le queda grande en
miradas y ademanes. El resto del reparto está aceptable en su sobreactuación,
aunque la musica es repetitiva y cansina, no aporta nada. De hecho, la banda de
sonido está altísima y saturada, con un volumen desquiciante.
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