2.5*
Tom Kovacks (Leonard Nimoy), un
exitoso piloto de coches, comienza a tener
visiones premonitorias en plena
carrera, lo que pone en peligro su vida, le extraña y, por ello, le mueve a
contar su experiencia por televisión. Una entendida en temas ocultistas se pone
en contacto con él y le convence para ir a investigar juntos el lugar y las
personas que se aparecen en sus visiones. Así, acaban en una curiosa mansión
inglesa de Dover, poblada de
extraños y sospechosos personajes. Pronto
descubren que nada es lo que parece y que sus vidas, acaso, se encuentran en
peligro. Simpática producción televisiva de la década de los setenta, que
supone un claro antecedente de la explosión de parejas detectivescas, tipo
Remington Steele,
Hunter el cazador o
Luz de
luna, que asolaron la ultraconservadora década de los ochenta (que, por
cierto, todas tienen su origen en la pareja de detectives Nick y Nora Charles,
del gran Dashiell Hammett). En este sentido,
la película recuerda a productos
como
Muerte en la mansión del amor. Por
otro lado, el
film parece el episodio
piloto de una teleserie de intriga que, al parecer, nunca tuvo continuación. Interesante
intriga, animado desarrollo y sorpresas por doquier para una historia muy bien
ambientada y con
elementos sobrenaturales muy de agradecer. Para los amantes de
los pasadizos secretos, en el
telefilm
aparece uno de lo más chulos de la historia del cine aunque la forma que tiene
Kovacks de conocer su existencia es, también, una de las más torpes de la
historia del cine. Sorprendente el papel de Leonard Nimoy y
energética BSO. A
propósito, la película cuenta con la presencia estelar de Vera Miles, nada
menos.