Dedicada a Laura García Arroyo |
En 1970, Sixto Rodriguez, un
joven músico de origen mexicano afincado en la ciudad del motor, publicó un disco que sería considerado a la altura de las mejores obras de Bob Dylan.
Incluso más combativo y crítico que las canciones más combativas y críticas del
bardo judío. Un año después, en 1971, Rodriguez publicó su segundo disco, un
fracaso de ventas que masculló el mismo fracaso vital que reflejaban las letras.
Y ahí acaba su historia. Bueno no. Mientras que en EE.UU., Rodriguez fue un
cero a la izquierda, en Suráfrica, su música arrastró un movimiento
contracultural contra el Apartheid. Fue un auténtico aunque insuficiente éxito
musical. Por eso no es de extrañar que este documental se base en la investigación
que un disquero surafricano emprendió para localizar alguna pista de la vida y
la obra del músico de Detroit. Organizado como una investigación, el documental
alimenta la leyenda de un poeta de la calle que vivió con humildad un trabajo
reconocido y aplaudido aunque nunca retribuido. En algunos momentos, el
docuframa parece querer poner imágenes a la música de Rodriguez, como si
hicieran falta crear videoclips para
unas letras que tiran de la piel e iluminan el fracaso. En otros, el documental
se regodea en lo sentimental y se muestra más cercano a los reality shows USAmericanos. En todo
caso, un producto hermoso, técnicamente muy cuidado y que ofrece una imagen
seria de un artista serio pero que no puede evitar convertirse en lo que
representa: un efímero éxito comercial acerca de un compositor que buscaba más colores
para sus sueños. Ironías de la vida, el director, Malik Bendjelloul, se suicidó
dos años después de ser estrenado el film.
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