En un parque temático llamado Delos, una empresa de paquetes vacacionales ha recreado el Far
West, el mundo medieval y el antiguo Imperio Romano para el deleite de los
turistas. Así, y previo pago de 1.000 dólares diarios, cualquiera puede vivir
una excitante experiencia haciendo turismo histórico. Con una premisa tan
postmoderna, basada en la sociedad del espectáculo (Debord) y la simulación
(Baudrillard), el escritor y director Michael Crichton presentó una pequeña
película de culto sobre las sombras de la tecnología y, especialmente, sobre su
explotación mercantil. Richard Benjamin y James Brolin deciden pasar unas
vacaciones en el Lejano Oeste pero todo se tuerce cuando las máquinas comienzan
a funcionar mal y un enajenado pistolero, interpretado con alma de metal por Yul Brynner, comienza a hacer estragos entre los
huéspedes humanos. A una realización cuasi televisiva, propia del cine de Crichton, hay que añadir una concepción del tempo fílmico realmente
ponderada así como unos efectos especiales curiosos para la época. A propósito,
el relativo éxito del film precipitaría
una secuela de mucha menor calidad, Futureworld.
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