El ayudante de dirección Juan
Estelrich March se estrena como largometrajista con esta curiosa cinta escrita,
mano a mano, con el gran Rafael Azcona. El guión es de lo más estrafalario y costumbrista pero, como todos los trabajos del riojano, está lleno de referencias literarias, histórico-políticas, sociológicas y culturales de la época. Incluso hay alguna escena "destapada". Fernando (Fernán Gómez) Tobajas vive
recluído en el baño de su casa como un anacoreta de la antigüedad. Un día,
recibe la visita de una mujer que ha encontrado, en Capri, uno de los mensajes
que envía por el desagüe, cual náufrago en una isla desierta,
mediante unos tubitos de aspirinas. La susodicha visitante será como una de las
sirenas de Odiseo o como uno de los “visitantes” de San Antonio: una tentación que mediante la belleza, la juventud, la lujuria o la riqueza, tiene la misión de que abandone
su absurda vida, su chándal y su singularidad existencial. La película puede tener varias
lecturas y una de ellas podría ser una metáfora de la filosofía, de la creación
o de la vida contemplativa (incluso una alegoría de las clases ociosas), actividades
todas que se basan en el esfuerzo material de otras personas. Por su parte, debido al limitado espacio, la puesta en
escena es maravillosa, de una sabiduría ejemplar: no aburre, no cansa y siempre
sorprende por sus inteligentes soluciones. Además, el film tiene 2 o 3 planos de una arriesgada y moderna ejecución. Finalmente, los actores están especialmente convincentes y graciosos, dentro de
su triste condición, aunque algunas voces están dobladas. En definitiva: una
producción realmente original, aunque similar a otras obras de Buñuel o de
Berlanga.
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