Por razones diversas y nunca explicitadas, 5 adolescentes
son castigados a pasar un sábado completo en la biblioteca del colegio. A lo
largo de las horas que van a compartir, todos ellos descubrián algo de sí
mismos y de los demás, con lo que el castigo se convertirá en una experiencia
educativa. Con ese espíritu gamberro típico de John Hughes, el director, y sorteando varias de las convenciones típicas de las comedias estudiantiles de la época (como señala Thomas Christie), El club de los cinco aparece como uno de
los mejores estudios sobre la juventud de la ultraconservadora década de los
ochenta, una juventud que tenía como totems a las apariencias, a la
competitividad y al materialismo. Es decir, una juventud que adoraba los
valores propios de los adultos de la época (aunque lucharan por no ser así), lo cual demuestra lo bien que
funciona el sistema educativo, en su conjunto, a la hora de asegurar la continuidad
de toda una forma de vida. Actores fetiche del momento y un tema icónico de los
Simple Minds encumbraron al film a los altares de la comedia juvenil
USamericana. En todo caso, una película más profunda de lo que parece pero más
superficial de lo que mucha gente cree.
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