A finales de los cincuenta, uno de tantos veranos Baby Boom cae sobre la granja de la familia Trant, situada en una
zona rural de Lousiana. Pero este verano será especial porque la pequeña Dani Trant
(interpretada por una primeriza Reese Whitherspoon) se dispone a cotillear, con
su aún infantil corazón, en el mundo de los adultos, por lo que conocerá algunas
de sus alegrías y algunas de sus penas. Última línea del maravilloso testamento
cinematográfico de su director, Verano en
Lousiana constituye una conmovedora y nostálgica historia en la que tres jóvenes
descubren el amor y se adentran con él en el mundo de las pasiones. Con un
elemento trágico inesperado, la película discurre por caminos ya transitados,
incluso telefílmicos, pero lo hace con la elegancia y la buena labor tras la
cámara del director de la
también hermosísima Verano del 42. Como complemento a la función, se puede disfrutar de las siempre solventes interpretaciones de Sam Waterston, Tess Harper, Gail Strickland y Jason London (casi también de estreno), de una BSO maravillosa así como de una radiante fotografía de Freddie Francis. Una película
redonda, dentro de su humildad. Una película fresca, dentro de sus múltiples afinidades.
Una película, en definitiva, de Robert Mulligan.
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