Stephen King es uno de los
autores de literatura de terror más exitosos de las últimas décadas. Además, es
uno de los escritores del género que más han sido adaptados a la pantalla
grande y a la chica. De hecho, como afirma Tony Magistrale, podríamos hablar de
una auténtica obsesión hollywoodiense por King. En esta ocasión, el original es
un texto publicado en 1983, eso que los anglosajones denominan una novelette, a medio camino entre el
cuento largo y la novela corta. El encargado del guión fue el propio King y el responsable
de plasmarlo en imágenes fue un director novel llamado Daniel Attias. El
resultado es una película estimable, que sigue dos historias paralelas que
terminan encontrándose: la de los ataques de un hombre lobo en un pequeño
pueblo USAmericano y la del día a día de un chico en silla de ruedas que recibe
la visita de un tío suyo en horas bajas (Gary Busey). El guión, como casi toda
la obra del escritor de Bangor, destila suspense y horror a partes iguales (aunque
se toma una gran licencia en cuanto a los ciclos lunares) pero, también,
desarrolla una historia emocionante y un análisis de interés sociológico, al
pasar la lupa por una comunidad humana. En todo caso, podría apuntarse la
posibilidad de hacer una lectura conservadora del film: si el espectador se fija bien, se dará cuenta de que los
asesinatos incluyen un borracho, una chica embarazada que se va a suicidar, un
tipo infame que desprecia a las personas impedidas, un niño un poco gamberrete,
etc. Es decir, todos son pecadores. Por cierto, en materia de efectos
especiales y de maquillaje, la producción es bastante solvente para la época.
No por casualidad, detrás de los efectos visuales estaba nada menos que el gran
Carlo Rambaldi, famoso por ser el creador de E.T., el extraterrestre.
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