El típico hipócrita egocéntrico
(Powers Boothe) acepta el encargo de un ricachón coleccionista (Donald
Pleasance) para conseguir los dos únicos huevos de águila calva que quedan en
el mundo y que faltan en su colección. Para ello, habrá de viajar hasta la isla
Cherokee, donde habita una especie de guardián ecologista, Jim (Rutger Hauer) que,
en realidad, es un veterano del Vietnam traumatizado por la muerte de su familia.
Boothe se ganará la confianza de Jim para poder conocer la ubicación de su
objetivo y para poder hacer uso de sus dotes de escalador y acceder al nido del
águila en cuestión. Conseguidos los huevos, el águila, evidentemente, se
extinguirá, lo que le inyecta a toda la trama un componente bien mezquino pero,
también, bien conservacionista. Para terminar de sazonar todo el producto,
aparecen dos mujeres: la viuda salvaje
Kathleen Turner y la procaz periodista Jayne Bentzen. Tras el éxito de Blade Runner, Rutger Hauer se ha
prodigado en todo tipo de producciones baratas, algunas con cierto éxito (Furia ciega o Segundo Sangriento), otras con ninguno. El presente film es una muestra de este último caso:
una historia de buen corazón, narrada con un estilo cercano a las producciones de
la Cannon, casi absolutamente olvidada, de fantásticas localizaciones y que
entretiene de una forma grata y sin demasiadas pretensiones. Aceptable para una
tarde tontorrona o para una noche de insomnio con nostalgia ochentera.
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