Ángel (Ovidi Montllor), un
alimañero furtivo, vive con su despiadada madre (Lola Gaos) en medio de un
bosque cincelado por una veda de caza para políticos de la capital: el
gobernador (el propio José Luis Borau) y sus adeptos politicastreros. En una de
sus visitas al pueblo, Ángel conoce a Milagros (Alicia Sánchez), una joven que
se ha escapado de un reformatorio de monjas y a la que persigue el Cuqui, su
“novio”, un delincuente urbano. El gran administrativista Alejandro Nieto
explicó (en Los Primeros Pasos del Estado
Constitucional: Historia Administrativa de la Regencia de María Cristina de
Borbón) que la verdadera historia de España no se puede contemplar leyendo
el BOE o las obras de los publicistas de la época. La verdadera cara del país,
en casi cualquier momento histórico, está constituida por el caciquismo, el
corporativismo y el clientelismo y nada tiene que ver con esas palabras bonitas
que los liberales y los conservadores “consensúan” sobre el gobierno, la
política y la sociedad. Lo mismo puede decirse respecto de esta película:
ofrece una de las caras verídicas de esa España de los años sesenta/setenta que
se caracteriza por ser una realidad caciquil, conservadora, desalmada e
ignorante, que se mueve por instintos y pasiones más que por los raciocinios
propios de una humanidad a la que no todos los nacidos hombres consiguen
llegar. Por lo demás, un film muy
competentemente rodado y montado, con unas interpretaciones de Goya y unos
elementos técnicos excepcionales (tanto la fotografía como la música, de Vainica Doble). De hecho, se trata de
uno de los clásicos del cine español de la segunda mitad del siglo XX, obra de
un cineasta tan ocasional como interesante. Una pulsión metafórica, saturnical,
recorre todo la obra, como en los mejores trabajos de Saura.
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