Jennifer O’Neill pasó el verano del 42 más sola que la una, en ausencia de su marido, alistado en la marina
USAmericana que sirvió en la 2ª G.M. Sin embargo, durante esas vacaciones
estivales, se entregó al amor con un inmaduro adolescente a punto de dejar de
serlo. En este film, la granjera Alice
(Glenda Jackson), que tiene a su marido prisionero de los japoneses en esa
misma conflagración mundial, recibe a un misterioso soldado británico en su
solitaria finca del countryside
inglés. Poco a poco, comienzan a intimar y, parafraseando creativamente a
Cernuda, la soledad y el deseo harán el resto. Extraña producción de Michael
Apted (casi casi su estreno cinematográfico oficial, tras una interesante
carrera como director de teleseries y algunos documentales), en la que la
ambientación, la interpretación y una dirección sobria como un vaso de leche de
antaño hacen el resto. La película toca temas tan interesantes como la
deserción, el travestismo o el crimen por amor pero lo más destacable es la
fascinante caracterización de la Jackson, partenaire
de un Oliver Reed rudo como un sargento en celo y de un Brian Deacon femenino y
frágil como una muñeca de porcelana. Una muy interesante loseta en el camino de
baldosas amarillas de ese maravilloso cine olvidado de la irredenta década de
los setenta. A redescubrir.
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