Aprovechando el tirón del cine cutre-delictivo
inaugurado por el Saura de Deprisa,
deprisa, del cardado y de las carreras de caballo, José Antonio de la Loma
intenta repetir el éxito con esta versión feminista de Perros callejeros, visión casposa del quinqui lumpenproletariat urbano de la España del PSOE pero, en este caso,
protagonizado por tres mujeres que, por diversas necesidades, deciden dedicarse
al atraco navajero. Una dirección standard
(como de guardia), una historia absurda (como pocas), unas interpretaciones de feria
(con diálogos sacados de un atestado policial), música de sintetizador y un conjunto de diversos elementos (desde
el pop de discoteca al travestismo de Pintor Rosales, pasando por un intento de
crítica política) "cortan" el producto, adulterando su pureza, y transformándolo
en una visión oscura, en una cara b, de ese universo pijo de los Hombres G. Como, por diversas razones históricas, en la España de
la ultraconservadora década de los Ochenta no pudo haber comedia estudiantil
USAmericana (salvo contadísimas excepciones), el espectador de la época hubo de
soportar estos subproductos calorros, más sociológicos que cinematográficos, y
metérselos, así, en vena, sin pensar en el mono posterior. En todo caso, para
un público autóctono, el film no deja
de resultar gracioso y estimulante, especialmente por la mixtura de floras y
faunas de la época. Loable escena, por cierto, la del policía saliendo de uno
de esos videoclubs del momento con una copia, en glorioso VHS y en V.O. (sic),
del Metrópolis de Lang. O esa otra,
con una especie de Sergio Leone patrio, con un póster de Journey de fondo. O esa otra de “a mí me lo pide el coño”.
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