En Tinseltown, varios personajes luchan por regularizar su situación
legal, cruzando sus historias o viviéndolas de forma paralela. Wayne Kramer desarrolla
un mosaico desagregado sobre un tema muy particular, siguiendo el ejemplo de Crash, más
compacta pero igual de lacrimógena.
La diferencia es que, aquí, existe un misterio criminal que revelar (en la
historia principal, la que interpreta Harrison Ford). El resultado es una
película extraña: estamos ante un discurso bastante convencional sobre los
valores culturales USAmericanos pero que se atreve a deslizar una lectura
revisionista sobre los atentados terroristas de las Torres Gemelas, entre otros
aciertos parciales. Visual y narrativamente, el film no levanta el vuelo más allá de los recursos típicos de las
teleseries, donde se entrecruzan varias historias y cuyo desarrollo vamos
conociendo cronológica pero alternativamente (lo cual produce un falso efecto
de complejidad), a lo que hay que añadir los inconfundibles planos aéreos sobre
la laberíntica y cancerígena ciudad de Los Ángeles (para que el espectador
pueda llenar su garganta de palomitas), además de algunas escenas
enigmáticamente patrioteras. Desde este punto de vista, es comprensible la
decepción de la mayoría de la crítica. Sin embargo, y al margen de un final
agridulce pero esperanzador, la producción tiene otros aciertos, como el hecho
de mostrar las dificultades del multiculturalismo existente en el American Dream, así como el dolor y el sufrimiento que se derivan de su estricta
política de inmigración. Completan el reparto, Ashley Judd, Ray Liotta, Alice
Eve o Ciff Curtis.
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