Peter Bogdanovich, el cronista extraoficial del Hollywood clásico, toma prestado una de esas populares
atracciones de los años treinta, la famosa Paper
Moon, para cincelar un homenaje a la esencia del cine y a su naturaleza
escapista. La película se ambienta en la Gran Depresión, donde las ferias, sus
atracciones y, en menor medida, el cinematógrafo, ayudaban a los sufridos
USAmericanos a sobrellevar las consecuencias socioeconómicas del Crack del 29. Un
estafador de poca monta (Ryan O’Neal) descubre que puede haber tenido una hija (Tatum
O’Neal) cuando la pequeña hace acto de presencia en su vida. Poco a poco, padre
e hija se irán conociendo e, incluso, compenetrando entre sí, debido a que ambos
vivirán todo tipo de situaciones y escaramuzas en su road movie particular por las tierras polvorientas del Southwest (Alabama y Kansas), cuando
Franklin Delano Roosevelt intentaba levantar el país con su New Deal. Ambos personajes “never stayed
more than a couple of days in one place”. Lo maravilloso del film es la alejada perspectiva
sentimentaloide que el director imprime al guión, lo que es subrayado por una
casi ausencia total de planos cortos y primeros planos. Los personajes se
mueven en un mundo desaprensivo y cínico y han de conectar entre sí a través de
la experiencia compartida, a través de la vivencia común. Por eso no hay casi
espacio para el guiño romántico, o para la palmadita social en la espalda. Y
por eso, precisamente, el espectador esboza con fruición una permanente
sonrisa. Una auténtica maravilla, rodada y montada con mucha sabiduría y que,
más que una comedia, es, como el propio Bogdanovich ha explicado, un drama de humor mordaz, algo que supone el complemento perfecto para otras dos películas del
director, Nickel Odeon y La última película.
No hay comentarios:
Publicar un comentario